" ESTAS CUATRO PAREDES APRISIONAN MI CUERPO, PERO NO MI PENSAMIENTO"

MIGUEL ANGEL BELTRAN

miércoles, 21 de marzo de 2012

¿QUE EN COLOMBIA NO HAY PRESOS POLÍTICOS?:

“LA FE EN LA AUTORIDAD ES UNA COSA, HECHOS QUE SE TOCAN CON LA MANO, SON OTRA”*





El presidente de la República le recibió en pie, la cabeza levantada,
un brazo suelto naturalmente y el otro a la espalda,
y, sin darle tiempo a que lo saludara, le cantó:
-Yo le diré, don Luis, ¡y eso sí!., que no estoy dispuesto a que
por chismes de mediquetes se menoscabe el crédito de mi gobierno en lo más mínimo.
¡Deberían saberlo mis enemigos para no descuidarse,
porque a la primera, les boto la cabeza!

El Señor Presidente
MiguelÁngel Asturias

En una alocución televisada, el entonces presidente de la República Julio César Turbay Ayala (1978-1982) en respuesta al Informe presentado por Amnistía Internacional, donde se denunciaban graves violaciones a los derechos humanos en Colombia señalaba que “El gobierno rechaza por inexactas las referidas apreciaciones y afirma que en este país no hay ‘presos de conciencia’. Nadie ha sido detenido y juzgado por ser sindicalista, médico, abogado, estudiante, campesino, artesano o por pertenecer a un determinado partido político. Lo que ocurre es que entre los sindicados por la comisión de delitos muy probablemente existen personas que ejercen alguna profesión u oficio, pero obviamente no es en razón de su profesión por los que han sido detenidas, sino por la comisión de delitos” (Turbay Ayala, abril 19 de 1980).


Un cuarto de siglo después, el vicepresidente de la República Angelino Garzón repite casi textualmente la misma frase: "[En Colombia] Existen presos de organizaciones criminales, de organizaciones armadas ilegales y presos que han violentado la ley. El Estado en Colombia no puede aceptar bajo ninguna circunstancia la existencia de presos políticos, eso sería aceptar la legalización de las organizaciones armadas ilegales y eso no lo vamos a hacer porque son contrarias a la democracia, son contrarias al derecho de la población a vivir tranquilamente, en bienestar y en paz" (El Universal, marzo 18 de 2012).



La parodia de Angelino Garzón no deja de evocarnos aquel pasaje de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, tan frecuentemente citado: “Hegel dice en alguna parte –escribe Marx- que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces, pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”. Nada más cierto, pues si ayer la expresión afloraba del cinismo de un genuino representante de la clase política tradicional, hoy la hace suya un ex aguerrido dirigente sindical que aunque en ese entonces lideró protestas callejeras contra el “Estatuto de Seguridad”, hace tiempo que abandonó sus ideales sociales y se inclinó ante los poderes hegemónicos, revistiendo sus desmedidas ansias de figuración con un supuesto nuevo lenguaje político.


Lo que sí comparte esta caricaturesca declaración del vicepresidente Garzón es que hoy, como en los tiempos del presidente Turbay Ayala, no sólo las cárceles están llenas de prisioneros(as) de guerra y presos(as) políticos** víctimas de montajes judiciales y falsos positivos, sino que el mismo Código Penal reconoce dicho delito, por el que arbitrariamente hemos sido privados de la libertad numerosos académicos, líderes sociales, periodistas y miembros de la oposición que disentimos de las políticas oficiales. De manera tal que el propósito común de estos pronunciamientos no es otro que el de ocultar las realidades de un conflicto social y armado que se ha prolongado por más de medio siglo.


Lo que sucede es que en Colombia –como suele en ocurrir bajo los gobiernos de corte autoritario- se ha proscrito el uso público de determinados conceptos, los cuales han sido anatemizados como “lenguaje subversivo”, pues al mejor estilo de lo que narra el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, en su novela “Yo el Supremo” se pretende crear nuevas realidades a punta de plumazos (y plomazos). Recordemos que no hace muchos años, una circular dirigida a las representaciones diplomáticas en el exterior, firmada por el Alto Comisionado para la paz de ese entonces, Luis Carlos Restrepo, prohibía el uso de términos como “conflicto armado”, “actores armados”, “comunidades de paz”, ya que aceptarlos era a su juicio legitimar “los grupos armados ilegales”.
La situación parece haber cambiado….pero para seguir igual. El presidente Juan Manuel Santos reconoció hace cerca de un año -en medio de la euforia inicial que despertó en ciertos sectores de la opinión pública su promocionado proyecto de unidad nacional- que en Colombia existe un conflicto armado; concepto que fue incorporado al proyecto de Ley de Víctimas de la Violencia, que circulaba en esos días en el Congreso. Hoy el ex comisionado es requerido por la justicia y el concepto de “conflicto armado interno” discurre -como si nada- por los diarios nacionales, ocupando la atención de reconocidos analistas del mismo, que como hábiles timoneles acomodan sus naves teóricas a los oleajes de la coyuntura política.


Pero hasta ahí no más. Las consecuencias lógicas que de ese reconocimiento derivan son todavía intangibles. Prueba de ello es que ahora el presidente Santos (porque aunque parezca callado, silencioso, mudo, su silencio –como en la novela del aludido escritor paraguayo- es de mando), niega -a través de su Ministro de Justicia- el ingreso de una comisión de verificación de las cárceles, encabezada por la Doctora Piedad Córdoba e integrada por reconocidas personalidades políticas y sociales del continente, para constatar las condiciones en que se encuentran privados de libertad los presos políticos, declarando a reglón seguido la inexistencia en el país de “presos y presas políticos, de guerra y de conciencia”.


Si como afirma el vicepresidente Garzón “a los presos de las FARC se les ha garantizado y se les sigue garantizando el respeto al debido proceso, el respeto a los derechos humanos y se les permite la visita de la familia, la asistencia jurídica y sanitaria", ¿Cuál es el temor de que haga presencia esta comisión humanitaria? ¿No sería esta una excepcional oportunidad para dar cuenta de las grandezas de “la democracia más antigua y estable del continente” y a la vez destrabar el proceso de liberación de los uniformados retenidos por esta organización insurgente, cuya vuelta a sus hogares anhelamos millones de colombianos?


Seguramente la preocupación surge de que esta misión de observación humanitaria se va a encontrar con una realidad muy diferente: Un trato discriminatorio hacia presos y presas político(as) frecuentemente sometidos(as) a aislamientos, humillaciones y trato degradantes; un régimen penitenciario violatorio de los derechos fundamentales de los internos, que se aplica por igual a condenados y sindicados; una permanente obstrucción a la libre comunicación de los internos con sus abogados defensores (cuando los tienen); un continuo maltrato a los familiares que van a visitar a sus seres queridos presos; en síntesis, unas condiciones denigrantes para miles de prisioneros(as) que están allí como resultado del conflicto interno colombiano.


La actitud del gobierno frente a la contundente realidad de la existencia de más de ocho mil presos(as) políticos(a) en el país, nos hace evocar la incredulidad de aquellos sabios de la corte florentina a los que Galileo Galilei trataba de demostrarles sus descubrimientos hechos por medio del telescopio que confirmaban las teorías heliocéntricas de Copérnico. Al pedirle a estos eruditos que verificaran a través de su anteojo la existencia de aquellas estrellas que éstos consideraban inexistentes, uno de ellos alega que el telescopio “al mostrar algo que no existe, no es un instrumento muy exacto” por lo que “sería mucho más provechoso, si usted nos pudiera nombrar las causas [razones] que lo movieron a suponer la existencia de astros que cuelgan libremente en las esfera superiores del inmutable firmamento”. A lo que el científico italiano responde con estupor: “¿Las razones? ¿Cuándo de una mirada a los mismos astros y con mis apuntes queda demostrado el fenómeno? ¡Pero señores, la disputa resultaría absurda!” (Bertolt Brecht. Galileo Galilei)

Post scriptum
Los inexistentes presos políticos del país han manifestado en un reciente comunicado público que a partir del martes 20 de marzo de 2012, se declaran “en desobediencia y huelga de hambre para exigir del gobierno y las autoridades penitenciarias la ejecución de la visita de verificación nacional e internacional”. Así mismo han reiterado estos fantasmas que deambulan en los pasillos de las más de ciento cincuenta cárceles colombianas que: “La paz, la reconciliación no se logra ocultando la realidad. Los gestos de paz y de buena voluntad deben ser bilaterales”.




* Miguel Ángel Beltrán V. Profesor Asociado Universidad Nacional. Perseguido Político

** La condición de prisionero político de guerra hace referencia a: “aquellas personas que se han alzado en armas con la finalidad de tomarse el poder y derrocar el régimen constitucional y legal vigente, y en razón de ello han sido privadas de su libertad por su contradictor” por su parte prisionero político de conciencia “son aquellas personas que han ejercido el derecho a la oposición política al régimen o al gobierno vigente, de manera individual o colectiva en su calidad de miembro de organizaciones sociales, barriales, populares, sindicales, políticas, estudiantiles, campesinas, defensoras de derechos humanos, indígenas, afro-descendientes, entre otras, y en razón a ello han sido perseguidas y privadas de la libertad por su opositor” (Cfr. Traspasa los Muros. Defenderse desde Adentro. Derechos, Tratamiento y Protección de las personas en Reclusión. Bogotá, octubre de 2010, p.32)

lunes, 12 de marzo de 2012

“JUSTICIA ESPECTÁCULO” E “IMPOSTURAS INTELECTUALES”

Miguel Ángel Beltrán V.
Profesor Asociado, Universidad Nacional
Perseguido Político

En sus conferencias sobre “El campo periodístico y la televisión”, impartidas en el marco de un ciclo de charlas dadas en el Collège de France y retransmitidas por Paris Première en mayo de 1996 el sociólogo Pierre Bourdieu, refiriéndose a la acción simbólica de la televisión afirmaba que ésta consiste en “llamar la atención sobre unos hechos que por su naturaleza pueden interesar a todo el mundo, de los que cabe decir son para todos los gustos. Se trata de hechos que evidentemente, no deben escandalizar a nadie, en los que no se ventila nada, que no dividen, que crean consenso, que interesan a todo el mundo, pero que por su propia naturaleza no tocan nada importante” (Bourdieu, 1997)


Aunque el pensador francés aludía específicamente al mundo noticioso de la television, creo reconocer esta habilidad de “presdigitadores” en los escritos periodísticos de algunos “prestantes columnistas de opinión”. Es el caso del ingeniero Alejandro Gaviria, quien en su última columna (Justicia Espectáculo, El Espectador, marzo 4, 2012 http://hwww.elespectador.co/impreso/opinion/columna-330068-justicia-espectaculo) expresa su malestar con los reporteros judiciales que “Ahora [Como si antes no lo hicieran] disertan frente a las cámaras acerca de los procesos en curso con la misma grandilocuencia vana que hiciera famosos a varios comentaristas deportivos: especulan, hacen apuestas y entrevistan a los protagonistas del espectáculo” (subrayado MA). La crítica aunque justa pareciera estar motivada por el narcisismo de un columnista que ve desplazadas sus opiniones a un segundo plano.


Sin duda no deja de sorprender –en un académico proclive al esnobismo intelectual- el tono novedoso que pretende imprimirle a su análisis. Hace ya casi medio siglo que el filósofo francés Guy Debord, puso en circulación el concepto de la sociedad del espectáculo como una manera de caracterizar el capitalismo tardío: “Toda la vida de las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción –escribía este teórico de la internacional situacionista- se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, ahora se aleja en una representación” (Debord, 1998). Desde entonces son muchos los autores que han seguido esta línea de reflexión, cabe citar aquí a Jean Baudrillard (Cultura y Simulacro, 1978), Murray Edelman (la Construcción del Espectáculo Político, 1991) y Georges Balandier (El Poder en Escena. De la Representación del Poder, al poder de la Representación, 1999). Sin embargo, el propósito de estas líneas no es precisamente polemizar sobre la novedad o no de este concepto y mucho menos debatir el papel de los medios de comunicación en la creación de realidades sociales. Sobre este último punto existe una extensa lista de autores contemporáneos, entre otros, Gianni Vattimo (“la sociedad transparente”); Manuel Castells (“la sociedad red) y Niklas Luhmann (Sociedad Compleja), que han presentado –desde las más diversas perspectivas teóricas- la centralidad de la información y la comunicación como un elemento distintivo de las sociedades modernas (para algunos posmodernas).


Admitamos entonces, en aras de la discusión, que el capitalismo moderno no sólo exhibe la justicia como un espectáculo sino también la vida cotidiana, la sexualidad, las guerras, la religión y el deporte (recordemos que los senos de la modelo paraguaya Larissa Riquelme, “la novia del mundial Sudáfrica 2010”, captaron mayores miradas que las jugadas maestras de Lionel Messi o Cristiano Ronaldo); y concedamos, también, que la trivialidad del análisis que nos plantea el ingeniero Gaviria, da cuenta no de sus rótulos académicos, sino de los afanes de un periodista, que en atención a las exigencias de su oficio debe entregar semanalmente una columna que “sorprenda” a sus lectores. Centrémonos sí, en algunos hechos que nuestro columnista –parafraseando a Bourdieu- trata de “mostrar ocultando” y proyectar, así, “una mirada engañosamente crítica”.


Difícil no coincidir con el ingeniero Gaviria cuando escribe que abogados penalistas como Jaime Lombana, Jaime Granados y Abelardo de la Espriella se han convertido en “personajes de farándula. Son entrevistados diariamente por los medios nacionales. Pontifican por la mañana en la radio, por la tarde en los juzgados (con señal en vivo) y por la noche en los noticieros de televisión”. Lo que se omite en esta constatación (y es parte de lo que un auténtico análisis crítico debe develar), es que estos “personajes de farándula”, hacen parte de la nómina de profesionales del derecho que han defendido altos funcionarios del Estado, Congresistas y miembros de los grupos económicos, en temas de paramilitarismo y corrupción. En una palabra: están al servicio del poder. En esa “justicia espectáculo” no tienen cabida -por decir algo- los abogados penalistas que llevan los casos de las “madres de Soacha”, o más genéricamente los integrantes de colectivos de abogados defensores de presos políticos. Callarlo es reforzar la ilusión del derecho como un campo neutral, quizás para no aparecer excesivamente politizado.


En esa misma línea advierte Gaviria que “Tarde o temprano, la justicia espectáculo acaba por erosionar algo que no hace parte de nuestra naturaleza, que la humanidad tardó mucho tiempo en construir, ese gran legado de la ilustración: las libertades individuales, la presunción de inocencia, la defensa del individuo ante la coerción de las mayorías, ante nuestro deseo instintivo de castigo. En la justicia espectáculo, los derechos humanos terminan subordinados a los deseos revanchistas de la audiencia o de los mismos jueces”. En efecto, una gran verdad que ahora muchos analistas “críticos” enuncian en voz alta, con la seguridad de que no incomodarán al poder, porque crece el espectáculo de ex ministros, ex asesores presidenciales, ex parlamentarios, ex comisionados de Paz, altos funcionarios del DAS y de la cúpula militar requeridos por la justicia.


Durante las dos administraciones del presidente Álvaro Uribe fuimos numerosos los académicos, líderes sociales, miembros de la oposición, periodistas críticos, que tuvimos que enfrentar montajes judiciales que poco a poco han ido cayendo. Sin embargo, en estos años de euforia de la “Seguridad Democrática”, muchos columnistas “críticos” se cuidaron de invocar este “legado de la ilustración”. Ni siquiera se escuchó de ellos una voz de repudio, o al menos de solidaridad en el caso del sociólogo y ex rector de la Universidad del Magdalena, procesado por rebelión, y asesinado pocas semanas después de que un juez lo absolviera de los cargos que se le imputaban. La participación de funcionarios del DAS en este crimen, es un hecho hoy comprobado.


Y es que estos editorialistas (generalmente también catedráticos), acomodan sus conceptos de acuerdo al escenario político en que actúan, cuidando siempre de rendir culto a los dioses del poder. Así, el abogado Rafael Nieto Loaiza, refiriéndose a los procesos del general Arias Cabrales, el coronel Plazas Vega y la ex congresista Nancy Patricia Gutiérrez, afirmaba enfáticamente: “La privación de la libertad […]debe ser siempre resultado de un juicio justo y una medida excepcionalísima. Por eso los derechos humanos tienen tres principios fundamentales en materia penal: el de la presunción de inocencia, el de que cualquier duda se resuelve a favor del reo y el de la no retroactividad” (Sobre falsos testigos y acusaciones. El Colombiano, junio 19, 2011 http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/S/sobre_falsos_testigos_y_acusaciones/sobre_falsos_testigos_y_acusaciones.asp).


Una semana antes, comentando el sentido del fallo absolutorio que diera a conocer la juez cuarta indicando mi inocencia , tras un largo proceso de dos años en el que se me mantuvo privado de la libertad bajo la sindicación de los delitos de rebelión y concierto para delinquir: el politólogo lamentaba que esta decisión hubiese dejado libre a “Jaime Cienfuegos, el profesor dedicado a hacerle proselitismo y reclutar estudiantes para las Farc, como está plenamente demostrado en los computadores de Reyes” (La Justicia que Sufrimos, Junio 5, 2011 http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_justicia_que_sufrimos/la_justicia_que_sufrimos.asp ). Revelando no sólo una absoluta ignorancia del proceso que se me siguió, sino una total incoherencia con los principios universales que proclama.


El mismo Alejandro Gaviria en una de sus columnas periodísticas me señaló de ser un “propagandista de las FARC” (Pólvora en Gallinazos, El Espectador, julio 11, 2010 http://www.elespectador.com/columna-212700-polvora-gallinazos), sin embargo, ahora lamenta que su colega, el ingeniero y ex director del Incoder Rodolfo Campo Soto haya sido declarado “un peligro para la sociedad” y que tal hecho fuese registrado por los medios de comunicación “como si fuera un partido sin importancia, de segunda categoría” y concluye diciendo “En la justicia espectáculo, paradójicamente, las violaciones de los derechos humanos no son noticia”. Mayor razón no le puede caber a esta afirmación, porque si la privación de libertad de su amigo y colega no fue un suceso relevante, menos lo ha sido, la casi simultánea liberación de la socióloga y defensora de Derechos Humanos, Liliany Patricia Obando luego de estar cerca de cuatro años encerrada, aislada en un patio del Buen Pastor, y padeciendo un largo viacrucis ante los tribunales judiciales donde le fueron negados derechos fundamentales, entre otros, su reiterada solicitud de casa por cárcel, pese a tratarse de una madre cabeza de familia con dos menores. Esto sin contar que estaba siendo juzgada a partir de una prueba ilícita e ilegal.


No obstante la gravedad de estos hechos que una vez más ponen al descubierto el montaje jurídico de la farc-política, la situación de Liliany constituye apenas una pequeña muestra no sólo de la falta de garantías judiciales que padecen los más de ocho mil presos(as) político(as), sino de las difíciles condiciones de privación de libertad en que sobreviven. Marisela Uribe García, quien se diera a conocer por la valiente denuncia que hizo de las fosas comunes en la Macarena, perdió sus bebes gemelos que esperaba debido a los maltratos recibidos en reclusión. Aunque parezca “anacrónico” decirlo ingeniero Gaviria -porque la simple descalificación no desestima un argumento- estas inequidades de la justicia también han alimentado las “causas objetivas del conflicto armado y social colombiano”, que muchos se empeñan en desconocer.


Bienvenido el debate, bienvenida la discusión de ideas. El pensamiento crítico, también es una ganancia que ha costado muchos esfuerzos y vidas de personajes que en su momento fueron condenados a la hoguera. Pero no olvidemos aquellas palabras de Edward Said “El análisis intelectual auténtico prohíbe que a una parte se le coloque la etiqueta de inocente, y a la opuesta la de mala… La moralidad [del intelectual] empieza con su actividad en este nuestro mundo secular: ¿dónde tiene lugar?, ¿al servicio de qué intereses está? ¿cómo concuerda con una ética coherente y universalista? ¿cómo distingue entre poder y justicia? ¿qué revela de las propias opciones y prioridades?” (Said, Representaciones del Intelectual, 1996. Signos de interrogación, MA)