" ESTAS CUATRO PAREDES APRISIONAN MI CUERPO, PERO NO MI PENSAMIENTO"

MIGUEL ANGEL BELTRAN

sábado, 15 de agosto de 2009

VISITAR A UN PRESO EN COLOMBIA

Nadie está exento de caer en las garras del sistema carcelario de Colombia, pero no por eso debería estar condenado a la violación de sus derechos humanos en las penitenciarías colombianas. Doy por hecho que ya se ha documentado bastante al respecto. En el entendido que al menos una vez en la vida se les ha pasado por la mente a la dirigencia de este país que el sistema penitenciario es anacrónico e inservible, un fracaso histórico, que es estúpido pensar que en verdad rehabilite la actitud delincuencial o que el inocente que caiga en sus garras salga de allí sin recibir mella en su cosmovisión, con el agravante de los perjuicios familiares de toda índole. Qué fácil resulta escribir sobre Colombia desde Paris, véase Eduardo Mackenzei, con base en las publicaciones de prensa como si fuera el catalejo más fiable para emitir juicios sin untarse de calle. En fin, ¿Qué tal ser osados en darnos la posibilidad de pensar en sustitutos penales, sanciones punibles alternativas? ¿Por qué no se apela al Principio de Oportunidad que tanto esgrime el Fiscal General de la Nación?
Pero lo que hoy me ocupa no es la situación del interno sino de quien debe someterse a una seguidilla de vejámenes para poder visitar a su familiar caído en desgracia. A estas alturas no sé quien esté pagando peor condena, si el presidiario o quien lo visita. Voy a ser puntual refiriéndome a la penitenciaría Cárcel Nacional Modelo, en Bogotá, Colombia. Y aún me focalizo más, ubiquémonos en un domingo, día asignado a las mujeres para la visita.
Para iniciar debe haber un listado de visitantes autorizados con vigencia de tres meses. El sistema de registro de visitantes es absolutamente ineficiente, paquidérmico y violento. Es sintomático de la ineptitud. Eso se refleja en las interminables filas a las que son sometidas las mujeres que pretenden realizar una visita. De manera inhumana, las primeras señoras deben llegar al sitio a eso de las 3:00 de la madrugada, si aspiran a que su ingreso se haga efectivo a las 9:00 a.m. Esto es un decir, porque para ser fiel a la realidad, las señoras deben arribar desde el día anterior con miras a ser estampados en su cuerpo la autorización de entrada. Allí no hay consideración alguna con personas discapacitadas, ni con la tercera edad, ni con embarazadas y mucho menos con niños o niñas. Pueden desfallecer en el tumulto, en las apreturas y ante las inclemencias del clima, sea un frio desintegrador, un sol devastador o un aguacero torrencial y ninguna autoridad hará un guiño que restituya la dignidad de estas personas. Eso gesta una mafia en la venta de turnos. Inicialmente esperan que sean marcadas como a la usanza del ganado con unos sellos que a medida que cambia la fila, aumentan hasta llegar a parecer extravagantes tatuajes dignos del programa televisivo American Ink.
Son 6 horas soportando filas inacabables. La zona se caracteriza por la fetidez de sus olores, la hilera se debe hacer junto a las alcantarillas que hieden putrefacto, la presencia de lumpen y el merodeo de vendedores ambulantes que comercian desde un lapicero con tinta apenas suficiente para escribir tres renglones, como el alquiler de chancletas servicio de guardarropa o comisión por ingresar artículos prohibidos al recinto carcelario hasta la venta de vales para carne por parte de los mismos guardianes del Inpec, quienes exhiben fajos de billetes de manera similar al comportamiento típico de un mafioso. Además del tráfico de objetos que se realiza entre guardias y vecinos del lugar para que de acuerdo a sus tarifas y la capacidad económica de la familia se ingresen artículos casi clandestinos al interno.
Ya adentro, si la chica ha superado el impacto psicológico del manoseo en la requisa, la exploración de zonas más que íntimas, ha de someterse a las guardianas quienes atropellan de manera atroz al visitante en la revisión de la comida que se ingresa. Depende del estado de ánimo de quien allí se encuentre revisando las vasijas. Algunos alimentos son obligados a botarlos, de hecho los corredores están tapizamos con la comida rechazada. Entre tanto los noticieros ganan audiencia exhibiendo imágenes de niños que mueren de hambre o se alimentan con papel periódico picado remojado en “aguadepanela”. Suceden casos como el siguiente: una dama lleva verduras en su bolsa y le es autorizada la entrada, pero otra mujer lleva el mismo alimento y no le autorizan la entrada. ¿Cuál es el rasero de medida? Quien dio investidura a las guardianas para que humillen al visitante? En definitiva, es abiertamente violatorio de los Derechos Humanos, arremete contra la dignidad, convierte el acto de visita en una especie de neo-esclavitud, y los tratos son crueles y degradantes. De otra parte, me quedo corto apenas mencionando el vulgar manoseo al que someten a las chicas en otras cárceles como si tuviesen la inmunidad para cometer abuso sexual sin que la ley les castigue. A mí por ejemplo me hicieron desnudar por completo en un cubículo a puerta cerrada. Y a la salida como arreando ganado vociferan modismos, cual cowboy criollo: ”eche, eche, eche”, apurando el desalojo.
Escribo esto con pseudónimo porque quien se atreve a emitir su voz de protesta por sobre los techos del mundo, será señalado en sus próximas visitas y tendrá un familiar aún más encarcelado dentro de la cárcel.
Nadie en el Estado tiene un mínimo de ética profesional que lo motive a diseñar soluciones acorde con el respeto al ser humano. Al menos alguien debería inventar un resentimientometro para que en la selección del talento humano descarten rencorosos en la guardia. En una era enteramente digitalizada, con conectividad permanente, con un cambio de paradigmas producto de esa revolución on-line, es vergonzoso que un país perpetúe semejantes condiciones.

SENYASSI

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