“Este procedimiento y esta ejecución, que usted tiene ahora la oportunidad de admirar, no tiene ya en este momento partidario alguno en nuestra colonia. Soy su único representante, y al mismo tiempo el único representante de la herencia del antiguo comandante. Ya no podría pensar, en una ampliación de procedimiento, concentro todas mis fuerzas en mantener lo que ya existe. …”
Franz Kafka, En la colonia penitenciaria.
Vengo asistiendo… hace un tiempo como espectadora de algunos acontecimientos que hacen parte de mi propia historia, aunque me reconozco curiosa y a veces obsesiva con las cosas que me impactan o me atraen, no alcanzo de ninguna manera a obtener el título de “viajera exploradora [ni mucho menos] investigadora” del cuento kafkiano, en lo único que coincido tal vez, con este personaje, es en que durante toda mi existencia he podido observar, claro con las condiciones que va dando la vida, la experiencia y los años, que en Colombia en muchos aspectos se han concentrado todas las fuerzas para mantener lo que ya existe, especialmente lo que dice relación al juego de poder y la legitimación, si se quiere, consciente o inconsciente de éste, no solamente por ese “pueblo” carente de elementos para levantarse ante la “injusticia”, sino también de quienes poseedores de esos elementos, igual, permanecen alelados con los cambios de expresión, aunque el discurso, el mensaje y sobre todo la pragmática de dicho discurso se mantenga intacta.
Hace apenas unos días veía y oía de viva voz, la manera vehemente como un fiscal defendía su criterio ante un hecho aduciendo que una “mochila” no se puede considerar un elemento intimo de una persona, porque de una parte, la persona que la carga “no es indígena, ni pertenece a ninguna comunidad indígena”, sin embargo, dicho fiscal dice respetar la Constitución Nacional, sí esa misma que dice que Colombia es pluriétnica y multicultural, que en alguno de sus artículos también reza que todos tenemos derecho al libre desarrollo de la personalidad, a nuestra intimidad, buen nombre, debido proceso, libre expresión y tantas otras garantías individuales y colectivas de que una democracia puede hacer gala. Para reafirmar el juicio del fiscal, la representante del ministerio público dice que “una mochila no hace parte de la intimidad del acusado, porque simplemente no hace parte de su cuerpo”. El abogado defensor insiste en su argumento que una mochila es un elemento personal como puede ser un maletín, un bolso en donde se cargan cosas personales e intimas, todo en pro de advertir que una prueba no se puede utilizar de una parte porque a su defendido se le han violado derechos fundamentales, pero y en este caso y sobre en este aspecto, no se cumplido con los procedimientos, pues al hubo juez de garantías. La juez no atiende esta solicitud. Entre tanto se me vinieron a la cabeza los argumentos del famoso caso Marbury contra Madison (1803), si mal no recuerdo es clásico para quienes estudian derecho y dilucidan sobre principios de legalidad procedimental establecidos, y pienso, entonces ahora no es necesario un “buen procedimiento” para aceptar o no aceptar una prueba?, el procedimiento ya no hace parte del buen ejercicio de la justicia?. Cuando cambio el principio?, será en el mismo momento en que la historia colombiana olvida el juicio del siglo- Zapatoca-Santander donde los acusados sí eran subversivos y por eso se les adelantaba un juicio teniendo en cuenta que eran delincuentes políticos, hoy los que siempre se han reconocido como subversivos y reclaman este estatuto sin mayores tipificaciones del delito son “terroristas”, y quienes se reconocen como ejércitos paraestatales se quieren procesar con base en el delito político. Me acuerdo de etas cosas porque quien está sentado como “acusado”, tuvo hace años la deferencia de leer varias veces lo que fuera nuestra monografía de grado para hacer sus juiciosos comentarios (como amigo, como estudiante, como hermano de mi amiga y compañera de trabajo monográfico María Helena), “el discurso dispositivo. Caso: los delitos políticos en Colombia”. Pero en este juicio yo no he oído hablar de, sedición, asonada, rebelión, ni nada parecido. He oído decir que Miguel Ángel está acusado de terrorismo, pero no han definido terrorismo, no han tipificado para la audiencia pública; han esgrimido, eso sí que una de las pruebas reina que tienen para adelantar esa acusación es un artículo que él escribe, artículo es público y además está relacionado en su record académico. No han mostrado nada más; pretendían mostrar otra prueba reina, una USB que le fue decomisada sin seguir los procedimientos de rigor, la cual estaba en su mochila, materia de discusión. Elemento que solo fue incautado por parecer “peligroso”, solo cuando Miguel Ángel se la quiso entregar a un familiar, pues como él mismo lo expresa nunca se quitó su mochila, incluso en la cesión de fotos para el mundo en donde se muestra como “peligroso terrorista” a nadie se le ocurrió quitársela, por lo cual la mantuvo colgada desde que fue secuestrado en México, retenido en El Dorado, trasladado de un sitio a otro, en fin una hora y 20 minutos después de llegar a Colombia. Ahora en el juicio frente a la demostración que hace la defensa de lo improcedente de la prueba, para Ministerio Público, que en este caso es mas acusador que la Fiscalía, para la jueza y por supuesto para el Fiscal y quien representa a las víctimas de terrorismo, este tiempo es irrelevante y no había necesidad de contar con un juez de garantías, pues “era necesario retener su mochila y sus elementos privados, porque podían ser peligros, para él y para otros”. Ahí me pregunté, cuánto tiempo fue necesario para que destruyeran las Torres Gemelas? . Ahhhh! El tiempo y sus caprichos!, según los aconteceres es demasiado largo, o corto. En fin podría seguir escribiendo los pormenores de este caso, no con la destreza con que lo hizo María Teresa Herrán del caso de Alfredo Molano, pero también podría mostrarlo como sainete, como desgaste de la justicia, como contradicción lógica, como sanción al derecho de expresión, como criminalización al disenso, como improcedente. Eso me demandaría tiempo, pero sobre todo juicio. El primero pudiera tenerlo, el segundo me es imposible.
Venía de esa audiencia, cuando tuve luego la oportunidad de asistir a la presentación del libro de María Teresa Herrán, el caso de Alfredo Molano y ALGUNOS, miembros de la familia Araujo. Cuando habló Alfredo Molano _ sociólogo de la UN, libre pensador, critico, al igual que Miguel Ángel_ de lo que significó para él ese proceso, por los miedos, lo que imaginaba, lo que sentía, igual pensé, no le abrían ahorrado su angustia de imaginarse preso si le hubieran dicho que por los cargos imputados no lo llevarían a la cárcel?; esos chinches y animalitos que él se imaginaba plagándolo en una celda, esos sí obligaron REALMENTE a Miguel Ángel a cortarse su pelo; esas ausencias familiares que a él lo atormentaban, esas si REALMENTE le han impedido a Miguel Ángel, entre otras cosas estar en el nacimiento de su hijito; esos cargos inauditos que lo hacían estremecerse, esos SI REALMENTE han impedido que un Doctor siga dictando clases en la Universidad Pública y siga enseñando en las aulas que pensar es un derecho y una condición natural al ser humano; esas esposas que imaginaba inmovilizándole sus manos, esas sí REALMENTE le impiden a Migue Ángel abrazar a su amada compañera, acariciar su bonito vientre y estrechar a su padre en las audiencias; esos desmanes que Alfredo creía tener que soportar, esos sí REALMENTE, LOS PADECE Miguel Ángel cuando acosan a su familia de diferentes formas, cuando un policía agrede a su hermana físicamente a la entrada de los juzgados, cuando la seguridad privada de dichos juzgados les sacan fotos provocadoras y se burlan en la cara de quienes vamos a las audiencia, diciendo “es para burlarnos, para provocarlos. También escuché al Dr. Carlos Gaviria Díaz, hablar del derecho a la expresión, de lo lesivo de hacer generalizaciones, de lo prudente o no prudente de demandar por el buen nombre, recitó dos veces una dicho popular en que se dicen cosas de los “Gaviria”, pero me quedé esperando que igual dijera que ARAUJO es un apellido, como Díaz, como Pérez, en fin, pero que cuando se trata de juicios específicos hay que hablar de personas específicas, cargos específicos y demostraciones específicas; lo digo entre otras cosas, porque hablar de “los Araujo- o Araujitos”, así como la copla, debe tener salvedades, muchas estoy segura, pero pensé que él como adalid de los derechos y la justicia y conforme la presentación que se estaba haciendo, por conocer el caso particular de su colega JAIME ARAUJO RENTERIA, ex magistrado como él y emulo en su quehacer político, defensor como él del Estado Social de Derecho, y, entre otras cosas experto en el tema del delito político, haría la salvedad. No la hizo.
Ante estas circunstancias, yo, como Sebastián y Jorge tampoco dije nada, quizá porque soy lenta en mis reacciones, máxime cuando lo que veo o escucho me deja perpleja, y sin excusarme, solo atino a decir, cómo no iba estar perpleja cuando escuché ante una pregunta de un bisoño periodista sobre que hacer cuando el medio en que se trabaja no permite la libre expresión, la respuesta de María Teresa Herrán: “ pues mientras no la permitan uno se va y cuando las cosas cambien vuelve”, eso es libertad de expresión, eso es defensa a la libertad de expresión?; otra persona dijo que era profesora de Universidad pública y privada que ella resolvía el asunto del pensamiento y la opinión crítica teniendo un discurso para la una y otro discurso para la otra; hasta ahí no salía de mi asombro que me dejo muda y casi estática. Miré a Jorge con mis ojos desorbitados y le dije “vámonos”, pero aún así no me moví. Solo logré reaccionar cuando escuche decir que hoy en Colombia las cosas han cambiado y se respira mejor. Volvía pensar en lo caprichoso del tiempo: en tres meses todo cambio, el país cambió. Las ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos) fueron o son imaginación, la invasión a otros países que hoy tiene a Colombia bajo la mira de la justicia internacional es imaginación, el cierre de hospitales para niños, afortunadamente es imaginación. Pero sobre todo el caso de Miguel Ángel como el de tantas y tantos otros que están criminalizados como terroristas por pensar, escribir y hablar de los derechos es imaginación; y quizá solo sea mi imaginación que me hace pensar que como el guardián de la Colonia Penitenciaria, el presidente de Colombia es “su único representante, y al mismo tiempo el único representante de la herencia del antiguo comandante”, por eso ya no como imaginación, sino como convencimiento, estoy segura y ejerciendo mi derecho real de opinión y disenso, hoy en mi país no se respira mejor y mientras [concentremos] todas [nuestras] fuerzas en mantener lo que ya existe, con certeza no respiraremos mejor.
viernes, 10 de diciembre de 2010
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