Patricia Ramírez Sotomayor y Marcelo Mansilla García
Hoy ha sido nuestra primera clase sin nuestro profesor. Estábamos todos atónitos, sorprendidos por semejante noticia. No lo podíamos creer. Con nuestros compañeros hablamos y reflexionamos mucho sobre la ilegal encarcelación y deportación de Miguel Ángel. Se lo llevaron, sin más, a Colombia el viernes 22 de mayo, después de golpearlo brutalmente en el INM (Instituto Nacional de Migraciones) de la ciudad de México. Todavía no nos podemos sacar de la mente la imagen de Miguel Ángel difundida en los distintos periódicos. La primera fotografía que se publicó era una donde aparecía con chaleco antibalas y rodeado de soldados colombianos con poderosas armas largas. Unas semanas atrás era simplemente aquel nuevo profesor que se había ganado la admiración de sus alumnos. Nuestra inicial impresión sobre su persona fue la que cualquiera hubiera podido tener si lo conociese por primera vez. Desde el comienzo de sus clases vimos a un hombre que, con un acento singular, se esforzaba tímidamente en enseñarnos el proceso independentista de Colombia y Venezuela. Ni siquiera poseía su propia computadora personal. Delgado, humilde, hasta sus facciones parecían las de Bolívar, libertador tan admirado por él. Con el correr de las clases su timidez se opacó frente al apasionamiento que volcaba ante la narración histórica de tales sucesos. Sin duda amaba lo que hacía.
Siempre nos llamaba la atención su dedicación al estudio, a cualquier hora del día siempre lo encontrábamos en la biblioteca leyendo e investigando. En las clases era muy entretenido escucharlo hablar sobre Bolívar, Miranda, Santander, Andrés Bello, Simon Rodríguez, etc. Siempre en el esfuerzo de traer al presente aquellos sucesos, como si desempolváramos los libros de historia para iluminarlos hoy con el arma de la crítica. Por ello nos esforzábamos en pensar el presente del chavismo venezolano o la situación de permanente violencia que sufre Colombia.
En este contexto todavía no podemos olvidar unos de sus comentarios finales a propósito de su país. Él nos recalcaba lo importante que es tener un pensamiento crítico en la producción del conocimiento, y que nosotros estudiando en México deberíamos valorar. El profe Miguel Ángel se afligía por la imposibilidad de realizarlo en su propio país. Decía que si expresaba sus pensamientos sobre la conflictuada Colombia no tenía más suerte que la censura y la criminalización del pensamiento crítico. Se ve que sabía de lo que hablaba..., lástima que se equivocó sobre México...
Nos preocupa bastante la situación de criminalización de nuestras profesiones como intelectuales críticos de un sistema capitalista viciado, excluyente, generador de pobreza en su máxima expresión. El principio de “legalidad”, regla de oro del liberalismo jurídico, fue absolutamente ignorado y la ley fue suspendida de facto con la violación de los derechos más fundamentales. Se violaron todos los derechos individuales que el mismo Estado liberal supuestamente garantiza, así como también la presunción de inocencia que tiene todo hombre o mujer antes que nada.
Con Miguel Ángel se ve a las claras que el marco legal no será nunca un límite, en la protección del individuo ante el Estado, cuando se trata de proteger los intereses de los poderosos.
Lo deportaron sin previo aviso, no le permitieron comunicarse con su abogado, lo golpearon, lo torturaron y se lo llevaron a la tierra en donde el Estado, como la mayor fuerza política, comete los más terribles crímenes con toda la impunidad, disfrazando sus acciones bajo el slogan de “lucha contra el narcotráfico/terrorismo”. Lo que han hecho y están haciendo con Miguel Ángel es terrorismo de Estado; se ve la complicidad de los dos Estados de ultraderecha de América Latina: México y Colombia. Ambos fieles obedientes que siguen al pie de la letra las órdenes del mayor terror del planeta: los EEUU.
¿Cuántos más Miguel Ángel debemos soportar?
¿Cuántos encarcelamientos, torturas y falsas acusaciones debemos enfrentar antes de que las cosas cambien?
¿Cuánta injusticia más debemos soportar por el mero hecho de ser críticos, de pensar diferente, de querer una Latinoamérica justa, solidaria e igualitaria?
La única arma que portamos los cientistas sociales, o cualquier persona comprometida con el cambio social, político y económico, es nuestra capacidad de razonar, de pensar, de escuchar, de estudiar, y justamente eso es lo que se está criminalizando. Miguel Ángel se convirtió, según los periódicos colombianos y el des-gobierno de Uribe, en “el mayor terrorista”, “el más violento”, “el más peligroso”.
Pero nos preguntamos entonces ¿el más peligroso para quién? Claro, enseñar ideas como las de Simón Bolívar o José Martí (autores que Miguel ángel tenía de cabecera), quienes desde el Siglo XIX tenían plena conciencia de lo que significaría para América Latina tener un vecino como EEUU, no es para nada funcional al sistema capitalista.
Hoy nos tocó vivir de cerca este embate contra un excelente profesor, introvertido y callado, pero profundamente inteligente y critico.
Su único crimen es justamente: estudiar y pensar críticamente.
Pero tenemos plena conciencia de que existen miles de Miguel Ángel en el mundo. Hoy día, en el siglo XXI, cuando ya supuestamente tenemos superadas dictaduras, guerras sucias, y cuando es la “democracia liberal” la que gobierna... Solo nos preguntamos ¿hasta cuándo?
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