" ESTAS CUATRO PAREDES APRISIONAN MI CUERPO, PERO NO MI PENSAMIENTO"

MIGUEL ANGEL BELTRAN

miércoles, 2 de octubre de 2013

SILENCIAR A LOS DOCENTES CRÍTICOS TAMBIÉN ES TERRRORISMO DE ESTADO -JORGE SALCEDO


Abogado. Docente Universidad Nacional de Colombia. Palabras pronunciadas en la Presentación del Libro del profesor Beltrán. La Vorágine del Conflicto Colombiano: Una Mirada desde las Cárceles.

1 Sent. T-492/92 M.P. José Gregorio Hernández Galindo

 Asumir presentar el libro de Otro, implica - en primer lugar - asumir el privilegio de conocer, primero o mejor que el público, al autor y a su obra. Implica también, frente a los destinatarios del texto, asumirse, si no como un experto, sí como un conocedor de la temática a la que se refiere el trabajo que se presenta. Esto suele ser así en los espacios académicos, donde los autores - pares entre si - se leen, reconocen, critican, adulan y retroalimentan enriqueciendo el estado del arte de la problemática que, desde sus saberes privilegiados, abordan. Para acotar expectativas, asumo no ser un par académico del profesor Beltrán pero si el privilegio de conocer a Miguel Ángel. Esto sucedió cuando estaba preso. La primera vez que conversamos fue entre los muros de "La Picota" donde lo visité como abogado para ayudarle a tomar decisiones frente a su situación laboral con la Universidad Nacional que, paradójicamente, no se resuelven en esta institución académica sino en la Procuraduría General de la Nación, institución que abusando de una asignación de funciones decidió irrespetar la autonomía universitaria con el lamentable beneplácito de la Universidad, realidad que hoy lo pone en la situación a estar destituido por el contenido de textos como el que hoy se presenta y que según la Procurador General de la Nación, son prueba de que el profesor desde la academia ha fomentado, promovido y colaborado con grupos al margen de la ley.

 Estas reflexiones sobre la actitud de la Universidad las hago fundamentado en que desde el año de 1992 nuestra Corte Constitucional se ha pronunciado sobre la autonomía universitaria. Entonces dijo que “ella encuentra fundamento en la necesidad de que el acceso a la formación académica de las personas tenga lugar dentro de un clima libre de interferencias del poder público tanto en el campo netamente académico como en la orientación ideológica1; y, porque en el año 2002 se pronunció sobre la constitucionalidad de los apartes de la Ley 30 de 1992 que establecen la posibilidad para las universidades públicas de tener su propio régimen disciplinario tanto para docentes como para funcionarios administrativos.

 Por el respeto que le debo a mi Alma Mater, donde aprendí a ejercer el derecho a pensar diferente de los maestros Eduardo Umaña Luna, Alberto Alaba Montenegro, Jaime Pardo Leal, Jorge Salcedo Segura y otros, debo decir que ésta - la Universidad Nacional de Colombia - hoy parecería estar eficazmente docilizada o amaestrada por la estrategia del terrorismo de Estado que no solo implica matar o amenazar con matar. También es terrorismo de Estado pretender silenciar a los docentes disidentes o críticos como el profesor Beltrán con la amenaza eficaz de sancionarlos con la pérdida de sus empleos. Lo digo porque, aunque relativamente amable con el profesor perseguido, la Universidad no ha asumido, como debiera, la defensa de su derecho a que no lo persigan por lo que piensa y por los temas que como académico investiga. Hoy, frente a la realidad de la destitución como profesor de Miguel Ángel Beltrán, debo señalar que se está presentando un texto proscrito que, indudablemente, hubiese estado en la lista de los que en sus arrebatos juveniles quemaba el Procurador en las calles de Bucaramanga.

Cumplida la condición de conocer al autor y las dificultades en medio de las cuales escribió, debía, entonces, darme a la tarea de conocer la obra. Había leído algunos de los trabajos académicos de Miguel Ángel y "Crónicas desde otro cambuche", este último escrito desde la vivencia personal de la injusta privación de la libertad a la que fue sometido y en la que los relatos de Otros - sus compañeros de presidio - empezaban a tomarle prestada la palabra. Con solo conocer el título de "La vorágine del conflicto: una mirada desde las cárceles" y observar la portada en la que asoman sus caras dos anónimos presos de la cárcel de Cómbita presentí con acierto la naturaleza del texto que leería. Las caras de la portada anuncian que se contarán algunas de sus historias - relacionadas todas con el conflicto social, político y armado que nos agobia -. Sin embargo, debe advertirse que no se trata solo de una colección de testimonios de vida inconexos. El ejercicio del profesor Beltrán no fue solo el de buscar, encontrar y darle voz a algunos protagonistas del conflicto. La escogencia de los protagonistas, sus orígenes y su vínculo particular con el conflicto revelan, no solo como afecta a los individuos, sino la naturaleza, la etiología y complejidad del mismo.

 Por la parte literaria, al abordar el texto resultaba muy difícil no evocar las palabras de Arturo Cova personaje de "La Vorágine" de José Eustasio Rivera cuando confesaba que "antes de que se hubiera apasionado por mujer alguna, jugó su corazón al azar y se lo ganó la violencia" para terminar narrándonos, con la disculpa de su drama personal, la horrorosa realidad de la explotación cauchera por parte de la genocida Casa Arana que con la complicidad del Estado Colombiano, entre los años 1900 y 1925, esclavizó y asesinó a miles de indígenas compatriotas en nuestras selvas amazónicas. Tal vez en la voz prestada de Miguel Ángel Beltrán; los protagonistas de su texto, con la excepción de Miguel Antonio Beltrán, y María Helena Camacho, hubiesen podido iniciar de manera similar su relato porque a todos ellos la Vorágine del conflicto colombiano les ganó sus corazones para la violencia. Aún antes de terminar la lectura se evidenció lo presentido: la similitud de propósitos en las narrativas de Rivera y de Beltrán. Sin embargo, es preciso recordar las diferencias; los personajes de Beltrán son reales y sus relatos se acompañan de documentos históricos que dirigen la percepción que debe producir el texto y evidencian la historicidad del mismo. Esa documentación referencial básicamente está formada por los textos oficiales que institucionalizan las teorías schmitterianas que sustentan la percepción esquizofrénica del enemigo comunista omnipresente y mimetizado en cualquier actor social, en la que la represión estatal y paraestatal, sustentó; y ahora, justifica o explica sus excesos. De esta documentación leída en medio de la resonancia de los testimonios recogidos se explica la inevitable y progresiva degradación del actor estatal dentro del conflicto que lo pone, hoy, ante la evidencia de que así no logrará la victoria. Por eso, la presentación documental se cierra con el texto del pacto suscrito por el Estado Colombiano y las Farc donde se anuncia que existe la posibilidad de "una luz al final del túnel: (…) la salida política al conflicto armado y social colombiano".

Para la adecuada presentación del libro, se debe advertir, que a pesar de todo el dolor del que da cuenta, no se trata de un relato trágico; como en las buenas novelas de suspenso al final se presenta un testimonio de esperanza que armoniza con el texto con que se inician los diálogos en La Habana. Los relatos de los primeros capítulos podrían, como en la Vorágine de Rivera, parecer encaminarnos a un final en el que no habría salida distinta a la violencia. Abandonando determinismos fatalistas, Miguel Antonio Beltrán otro de los protagonistas, toma la voz de su hijo para dar señales de esperanza y lo hace desde su postura de policía honesto que reclama ser reconocido y respetado como tal, que da fe de que no maltrató a nadie y que cumplió con honor, pero con dificultades, su trabajo tal como lo debe realizar un policía en una sociedad justa e igualitaria, en una sociedad en la que el pensamiento disidente se respete, en una sociedad en que nadie sea criminalizado por lo que piense y escriba, en una sociedad en la que no pueden tener cabida teorías en las que cualquier reclamo social se perciba y resuelva dentro de la dualidad excluyente del amigo – enemigo.

 Finalmente, es preciso señalar que el libro del profesor Beltrán es particularmente oportuno, ya que su mirada académica al conflicto del que el mismo es víctima no promueve o fomenta grupos al margen de la ley; sino, por lo contrario, promueve la posibilidad de que éstos se integren a una sociedad que asuma resolver de manera eficaz el conflicto social que dio lugar al conflicto armado.

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