Es una verdadera pena que el caso de Miguel Ángel Beltrán no haya generado una movilización general del estudiantado colombiano; no haya puesto a la universidad publica en la obligación de revisar sus fundamentos antidemocráticos y sobre todo no haya suscitado el debate intelectual sobre la función de la inteligencia critica en sociedades injustas. La universidad colombiana reproduce con languidez el estado de postración nacional. La universidad, por cuenta de una burocratización temprana de sus sistemas de ciencias y producción académica del saber, y por cuenta del sistema de favores políticos para obtener sus plazas de dirección, ha perdido el rumbo. Mas aun reproduce en su interior y hacia afuera todas, y fortalece ylegitima, las formas de dominio de unas elites agresivas, regresivas y defensivas. Los canales de la discusión pública de los males que aquejan al país están cerrados.
La posibilidad, así sea imaginaria, de reconducir a un sector de la opinión publica hacia una alternativa diferenciada, en medio de la lucha sin cuartel, de la militarización mental y del triunfalismo infundado, pero no menos histérico de la población, es inexistente. Launiversidad pública es cómplice y participe de esta autonegación de su potencial fuerza liberadora. La atmosfera dominante en la vida universitaria es la de un autoritarismo solapado, de una serie de infinitos pequeños favores cómplices, en los que reina una brutalidad disfrazada de maneras convencionales. Una virtud del sistema consiste en no hacer caso, o mejor, en como no hacer caso del inconformismo. Ahogar en su fuente, por indiferencia, el argumento e incluso el gesto de oposición: es el gran estilo. Un perverso dejar hacer, dejar pasar, como disimulo de una confrontación abierta es el ejercicio de la violencia legitima. A veces hasta hay notas de humor tolerante como mecanismo disuasivo; y en general un guiño entre los directivos restablece el espeso sistema de compromisos que se designa poder. La violencia burocrática es el verdadero motor de la vida inerte de la universidad colombiana. El silencio que ella impone al debate parte de la consideración que es el poder el propietario de la palabra, así sea una palabra marchita y cursi. De un manierismo degradado. Parte de la convicción de que la resistencia esimpotente y que el ejercicio de la resistencia se traduce en violencia ilegitima, por vía de los hechos. Sorda y ciega a interpretar los hechos de la oposición, la deja vegetar en la impotencia manifiesta en la que en su desesperanza suele perder sus fuerzas. Silenciar no es la alternativa, recordaba el amigo, colega y hoy detenido Miguel Ángel Beltrán, en un documento de gran valor civil. Pero hablar en países y universidades donde los profesores y los estudiantes se han tapado, como Ulises des-romantizados, los oídos, quese han tapado los oídos del corazón y la inteligencia, para no escuchar los reclamos sinceros, profundos de los inconformes, es como hablar a tapias indolentes. Mas saben los ladrillos de la celda de Miguel Ángel que el rector de la Universidad Nacional, de lo que significa tener una posición política comprometida; mas saben los barrotes de le celda que el profesor Waserman de las razones de esta victima del Estado, de esta victima de la justicia colombiana, de estavictima del sistema universitario, de esta victima de las directivas universitarias del país. En el país la gente se pone, complaciente, la mordaza para no equivocarse nunca; en el país le gente se tapona con aserrín los oídos para no escuchar los reclamos justos de los desposeídos; en el país la gente se pone la venda en los ojos para no ver nada. En la universidad colombiana, mutatis mutandi, los profesores, sus directivas, sus estudiantes, sus decanos, vicerrectores, consejos superiores, planeadores, planificadores, proyectores, se amordazan, se taponan, se vendan para no hablar nada, para no oir nada, para no ver nada. O mejor: solo lo que les conviene. Querido Miguel Ángel: como ves, tu lucha ideológica es solitaria, en un paisaje desolado, en que a veces, como callando, algunos se dicen poquitas cosas. Eso basta como ejemplo. Tu fortaleza moral es también nuestra razón de ser. Juan Guillermo Gómez
La posibilidad, así sea imaginaria, de reconducir a un sector de la opinión publica hacia una alternativa diferenciada, en medio de la lucha sin cuartel, de la militarización mental y del triunfalismo infundado, pero no menos histérico de la población, es inexistente. Launiversidad pública es cómplice y participe de esta autonegación de su potencial fuerza liberadora. La atmosfera dominante en la vida universitaria es la de un autoritarismo solapado, de una serie de infinitos pequeños favores cómplices, en los que reina una brutalidad disfrazada de maneras convencionales. Una virtud del sistema consiste en no hacer caso, o mejor, en como no hacer caso del inconformismo. Ahogar en su fuente, por indiferencia, el argumento e incluso el gesto de oposición: es el gran estilo. Un perverso dejar hacer, dejar pasar, como disimulo de una confrontación abierta es el ejercicio de la violencia legitima. A veces hasta hay notas de humor tolerante como mecanismo disuasivo; y en general un guiño entre los directivos restablece el espeso sistema de compromisos que se designa poder. La violencia burocrática es el verdadero motor de la vida inerte de la universidad colombiana. El silencio que ella impone al debate parte de la consideración que es el poder el propietario de la palabra, así sea una palabra marchita y cursi. De un manierismo degradado. Parte de la convicción de que la resistencia esimpotente y que el ejercicio de la resistencia se traduce en violencia ilegitima, por vía de los hechos. Sorda y ciega a interpretar los hechos de la oposición, la deja vegetar en la impotencia manifiesta en la que en su desesperanza suele perder sus fuerzas. Silenciar no es la alternativa, recordaba el amigo, colega y hoy detenido Miguel Ángel Beltrán, en un documento de gran valor civil. Pero hablar en países y universidades donde los profesores y los estudiantes se han tapado, como Ulises des-romantizados, los oídos, quese han tapado los oídos del corazón y la inteligencia, para no escuchar los reclamos sinceros, profundos de los inconformes, es como hablar a tapias indolentes. Mas saben los ladrillos de la celda de Miguel Ángel que el rector de la Universidad Nacional, de lo que significa tener una posición política comprometida; mas saben los barrotes de le celda que el profesor Waserman de las razones de esta victima del Estado, de esta victima de la justicia colombiana, de estavictima del sistema universitario, de esta victima de las directivas universitarias del país. En el país la gente se pone, complaciente, la mordaza para no equivocarse nunca; en el país le gente se tapona con aserrín los oídos para no escuchar los reclamos justos de los desposeídos; en el país la gente se pone la venda en los ojos para no ver nada. En la universidad colombiana, mutatis mutandi, los profesores, sus directivas, sus estudiantes, sus decanos, vicerrectores, consejos superiores, planeadores, planificadores, proyectores, se amordazan, se taponan, se vendan para no hablar nada, para no oir nada, para no ver nada. O mejor: solo lo que les conviene. Querido Miguel Ángel: como ves, tu lucha ideológica es solitaria, en un paisaje desolado, en que a veces, como callando, algunos se dicen poquitas cosas. Eso basta como ejemplo. Tu fortaleza moral es también nuestra razón de ser. Juan Guillermo Gómez
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